de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!
Gustavo Adolfo
Bécquer (Sevilla, 1836 - Madrid,
1870). Junto con Rosalía de Castro, es el máximo representante de
la poesía posromántica, tendencia que tuvo como rasgos distintivos la temática
intimista y una aparente sencillez expresiva, alejada de la retórica vehemencia
del romanticismo. La inmensa fama literaria de Bécquer se basa en sus Rimas,
que ejercieron un fuerte influjo en figuras posteriores como Rubén Darío,
Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la generación del 27. La
crítica lo juzga el iniciador de la poesía española contemporánea. Pero más que
un gran nombre de la historia literaria, Bécquer es sobre todo un poeta vivo,
popular en todos los sentidos de la palabra, cuyos versos, de conmovida voz y
alada belleza, han gozado y siguen gozando de la predilección de millones de
lectores.
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